LA FELICIDAD Y LA CIUDADANÍA - EVOLUCIÓN E IMPORTANCIA DE LA MUJER EN LA HISTORIA DEL MUNDO - FILOSOFÍA
La felicidad, de una forma u otra, siempre ha estado en el centro de la filosofía y en algunos casos incluso ha llegado a convertirse en uno de los conceptos clave alrededor del cual surgieron diferentes escuelas de pensamiento. De hecho, la felicidad desempeñó un papel protagonista en la aparición y el desarrollo de la ética griega.
Los filósofos griegos se plantearon dos preguntas esenciales: qué es la felicidad y qué hace felices a las personas. Sus respuestas dieron lugar a tres posturas diferentes. Por una parte, se encontraban los filósofos como Aristóteles, que afirmaban que ser feliz implicaba lograr la autorrealización y alcanzar las metas que nos hemos propuesto, logrando un estado de plenitud y armonía del alma. Esta corriente filosófica se conoció como eudemonismo.
Otro grupo de filósofos afirmaba que la felicidad significaba valerse por sí mismos, ser autosuficientes y no tener que depender de nadie. En este sentido, los seguidores del cinismo afirmaban que todos llevamos dentro los elementos necesarios para ser felices y autónomos pero para lograrlo necesitamos seguir una vida sencilla y acorde a la naturaleza. Por su parte, los estoicos iban un paso más allá y afirmaban que solo se puede alcanzar la verdadera felicidad cuando se es ajeno a las comodidades materiales y se sigue una vida basada en la razón, la virtud y la imperturbabilidad.
El Hedonismo, corriente filosófica griega se dedicó a analizar la felicidad; para su máximo representante, Epicuro, la felicidad significaba experimentar placer, tanto a nivel físico como intelectual, huyendo del sufrimiento. No obstante, también indicaba que la clave para ser feliz radicaba en evitar los excesos, porque estos terminan provocando angustia. Epicuro apuntaba que se debe cultivar el espíritu sobre los placeres de la carne y que es imprescindible hallar un punto medio.
Los filósofos griegos no fueron los únicos que se interesaron por desvelar los secretos de la felicidad. Luego el racionalismo le dio una vuelta de tuerca al concepto de felicidad al comprenderla como la mera adaptación a la realidad.
Spinoza, pensaba que para ser felices es necesario que nos despojemos de las cadenas que implican las pasiones y que lleguemos a comprender el mundo que nos rodea, solo así dejaremos de sentir miedo y odio.
Los racionalistas afirman que la clave radica en conocer la realidad, este conocimiento nos permite aceptar los sucesos y, por ende, ser más felices.
REFLEXIÓN
Si nos damos cuenta desde la antigüedad la filosofía se basa en la práctica de la ética y la Moral, ya que se establece una equivalencia entre un fin y un medio osea entre el bien y el mal, lo bueno y lo malo, la libertad y la virtud.
A mediados del siglo XIX surgió una corriente filosófica muy interesante denominada “Nuevo Pensamiento” para la cual la felicidad era una actitud mental, una decisión. Según estos filósofos, todos estamos buscando un camino que nos permita ser felices, pero la clave radica en aceptar nuestra condición, nuestra historia de vida y nuestro pasado. Cuando tomamos esa decisión conscientemente, nos acercamos a la felicidad.
Matthieu Ricard, Según Ricard, el altruismo y la aceptación del presente son las claves para alcanzar la felicidad auténtica, pero es necesario ser perseverantes a lo largo del camino. También indica que debemos focalizarnos en nuestro interior, en vez de concentrarnos en el exterior, e ir poniendo en práctica pequeños cambios que nos proporcionen alegría interna.
Ricard recibió el título del “hombre más feliz del mundo” cuando neurocientíficos de la Universidad de Wisconsin escanearon su cerebro y obtuvieron resultados que lo situaban muy por encima de los demás en la escala de felicidad.
Mihaly Csikszentmihalyi, considerado el investigador más importante del mundo en el ámbito de la Psicología Positiva, cree que la felicidad es un producto, el resultado de un estado de flujo. El flujo sería una experiencia en la cual nos mantenemos muy motivados, absortos en lo que estamos haciendo, hasta tal punto que perdemos la noción del tiempo. Cuando ese estado de flujo representa un reto y conduce al crecimiento personal, también nos reporta satisfacción y felicidad.
Por supuesto, a lo largo del tiempo también ha habido filósofos, como Nietzsche, para quienes el ser humano no ha sido concebido para ser feliz, sino que está destinado a sufrir. la felicidad no es una meta, sino un camino a recorrer. Trabajar por ser cada día un poco más felices está en nuestras manos.
La felicidad y la ciudadanía.-
Aristóteles vincula a la felicidad con las polis (Ciudad), ya que la felicidad ha sido una meta de muchos proyectos políticos e intelectuales que benefician a la sociedad civil y al estado, la felicidad consiste en la perfección de la obra del hombre, lo bello y placentero, exige un suplemento de prosperidad y libertad individual ciudadana. La felicidad se basa en:
Tener buenos hábitos
Buenas costumbres individuales
Tener
virtud ética del buen ciudadano
Ser
prudente y sabio
Tener
virtud intelectiva - razón.
Para la escuela de la felicidad de Epicuro.- el principio de que el equilibrio y la templanza era lo que daba lugar a la felicidad. Ese enfoque quedó plasmado en la frase “Nada es suficiente para quien lo suficiente es poco”.
Para Ortega y Gasset la felicidad se configura cuando coinciden “la vida proyectada” y “la vida efectiva”. Es decir, cuando confluye lo que deseamos ser con lo que somos en realidad.
La felicidad en lo moderno social se basa en la igualdad, libertad, fraternidad, generalización social y el construir colectivo.
De acuerdo a su percepción que es lo que produce felicidad al ciudadano del SIGLO XXI.
EVOLUCIÓN E IMPORTANCIA DE LA MUJER EN LA HISTORIA DEL MUNDO - FILOSOFÍA
La mujer para ciertos filósofos como.-
Aristóteles.- La mujer era un ser con funciones reproductoras y la virtud de la mujer era el silencio osea se convertía en un ser sumiso.
Platón.- No defiende sus derechos ni los iguala al de los hombres, pero sostiene que la mujer debe prepararse por que el hombre debe reproducirse con alguien similar a él, para tener hijos perfectos.
El amor de Sócrates.- Aspasia, una intelectual experta en amor y retórica, una hembra dinámica, atenienses, una joven escurridiza y admirada por los maestros de la época. Sus padres la habían educado en una mentalidad progresista, abierta, y además su formación era bastante ambiciosa. Era persuasiva, hermosa, experta en el amor y en la retórica: con todo ese arsenal sedujo al mismísimo Pericles, que le doblaba la edad y ya tenía dos hijos de otro matrimonio, pero quien se había divorciado hacía diez años.Lo más bonito que le dijeron fue “hetaria” ya que su relación con Sócrates era conocida y lo abandonó; una hetaria era una cortesana de alto nivel, bastante más respetable; una mujer que procedía de una familia no ateniense y que se dedicaba al entretenimiento. Las heterias eran jóvenes de exigente nivel educativo e independientes en lo económico que, por supuesto, proporcionaban favores sexuales a cambio de dinero y que ofrecían diversiones refinadas en los banquetes más selectos. Chicas de compañía.
LA MUJER ATENIENSE.-
Era una eterna menor, que no poseía ni derechos jurídicos ni políticos. Toda su vida, debía permanecer bajo la autoridad de un tutor (griego κύριος, kúrios): primero su padre, luego su marido, su hijo si era viuda o su más próximo pariente.
Eran educadas para el silencio, la sumisión y la abstinencia del placer y su única instrucción era el adiestramiento en las labores domésticas que recibían de sus madres. Mientras los hombres adolescentes aprendían conocimientos científicos y artísticos o desarrollaban su estado físico a través del ejercicio, las adolescentes ya estaban casadas y teniendo hijos.
La única actividad pública donde intervenía la mujer era el culto, aunque este se encontraba bajo la dirección del Estado, no de mujeres religiosas. Por ejemplo, la presencia de mujeres en algunas procesiones junto a hombres era común, la sacerdotisa de Atenea Polias tenía cierta relevancia, siendo escuchada, y existían algunos ritos exclusivamente femeninos. Pero más allá de algunas escasas labores religiosas, la actividad pública de las atenienses era inexistente.
«Estrictamente hablando, el ser humano no es ni masculino ni femenino: los sexos distintos sirven solamente para la reproducción»
Marie Le Jars de Gournay (1565-1645), mujer culta y ampliamente respetada en su tiempo, gran seguidora de los escritos de Montaigne, aseguraba en su obra Sobre la igualdad de hombres y mujeres que «estrictamente hablando, el ser humano no es ni masculino ni femenino: los sexos distintos no están ahí para establecer y señalar una diferencia, sino que sirven solamente para la reproducción. La única característica esencial radica en el alma dotada de inteligencia». Marie decidió permanecer soltera y, producto de su gran cultura y tesón para el estudio, fue artífice de uno de los salones franceses más eminentes en el que se reunían intelectuales de diverso calado donde se hablaba sobre literatura, política o filosofía. El mismísimo cardenal Richelieu fue un confeso admirador de Marie.
Toscano Medina
«Cada vez que las mujeres han intentado hacerse un hueco en la filosofía han sido condenadas a ser y existir en un mundo construido por el varón»
Immanuel Kant, por ejemplo, inmerso de lleno en el complejo contexto de la Ilustración, declaró en 1790-1791 que «las mujeres son siempre niños grandes, es decir, no se fijan nunca un objetivo, sino que se dejan caer ahora aquí, ahora allá, pero no contemplan objetivos importantes; esto último es tarea del hombre». En aquella misma época, sin embargo, en la que el acceso de las mujeres a la cultura seguía sujeto casi por completo a la condición de que sus familias ostentaran un alto nivel económico, o que se decantaran por la vía religiosa de un monasterio, existían auténticas filósofas que se vieron condenadas a vivir bajo la sombra de las grandes figuras masculinas (el propio Kant, Fichte, Schelling o Hegel, entre otros).
Olympe de Gouges (1748-1793) es el seudónimo de Marie Gouze, escritora, dramaturga y filósofa política francesa, autora de la «Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana» (1791). Su retrato es obra de Alexandre Kucharski (1741-1819). Bajo licencia CC-PD-Mark PD-Art (P)
Olympe llamaba la atención a sus compañeras de esta forma: «Mujer, ¡despierta! La campana que toca la razón resuena por todo el universo; ¡conoce tus derechos! El reino poderoso de la naturaleza ya no está rodeado de prejuicios, fanatismo, escepticismo y mentiras. Solo la ley tiene derecho a poner límites a esta libertad cuando degenera caprichosamente, pero debe ser igual para todo el mundo». El punto clave de la libertad, aseguraba la enérgica Olympe, reside en que la sociedad admita que cualquier ciudadano, sea cual sea su condición o su sexo, pueda progresar sin impedimentos artificiales mediante la libre ejercitación de sus capacidades. Olympe de Gouges murió ejecutada en defensa de esa misma libertad, tras oponerse frontalmente a la represión jacobina que por aquel entonces comandaban Marat y Roberspierre. La acusación del tribunal revolucionario.
Olympe de Gouges:
«La antorcha de la verdad ha dispersado las nubes de la estupidez y de la arrogancia… Parece que hay una mano divina que esparce por todas partes la herencia del ser humano, la libertad»
Umberto Eco
«No es que no hayan existido mujeres que filosofaran. Es que los filósofos han preferido olvidarlas, tal vez después de haberse apropiado de sus ideas»
Harriet
«Por qué cada mujer tiene que ser mero accesorio de un hombre, sin que se le permita tener intereses propios: la única razón que se puede dar es que así lo quieren los hombres. Los que tienen el poder consiguen que los súbditos consideren durante mucho tiempo como sus virtudes apropiadas aquellas cualidades y aquella conducta que agradan a los gobernantes».
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